La boda

Como en bodas andamos metidos en estos días veraniegos, nos ha parecido apropiado recordar cómo se celebraban en nuestros pueblos hace, aproximadamente, un siglo. Nos hemos servido para ello de la descripción que se hace en el libro Derecho consuetudinario y economía popular de la provincia de Segovia, publicado en 1909 por Gabriel María Vergara Martín.

Allí se dice que los padrinos de pila de los novios suelen serlo también de la boda. El padrino paga el gasto de la iglesia y los cigarros para los hombres; la madrina la confitura, y regala a la novia un pañuelo para el cuello, la manila, siendo también la encargada de ponerla los pendientes el día que se casa.

Los mozos van a buscar al novio y las mozas a la novia para acompañarlos a la iglesia, yendo primero los mozos, el novio, sus padres y todos los hombres que asisten a la fiesta, y detrás, formando otro grupo, las mozas, la novia y las demás mujeres que la acompañan. El desposorio se celebra en la puerta principal de la iglesia y luego entran a oír la misa. Los hombres van todos con capa, aunque sea el día más caluroso del año, por ser esa prenda la que caracteriza el traje en todas las festividades, y el novio es la primera vez que entra en el templo con ella. La novia estrena mantilla y refajo de lo mejor.
Terminada la ceremonia religiosa, a la puerta de la iglesia reciben los recién casados las felicitaciones de todos. El último que sale del templo es el novio, y a la puerta aguardan dos mozos que le cogen en hombros y le llevan a tirar al gallo, tradicional costumbre que se conserva en casi todos los pueblos de la provincia.

Las fiestas de boda duran tres días, los invitados forasteros se hospedan en casa de los parientes del novio o de la novia, según el que los invitó.
El pan de boda se encarga a la capital, pues, aunque hay hornos en los pueblos en casi todas las casas, está mal visto que no tengan pan blanco, que es como llaman al pan fabricado en la ciudad, y a este efecto suelen dedicar dos fanegas de trigo.

La principal diversión en las bodas es el baile, por la tarde en las eras o en la plaza y por la noche en el ayuntamiento. La música obligada es la de tamboril y gaita y el baile es el clásico llamado de rueda, aunque también se está empezando a bailar a estilo de la ciudad, y la polka, la habanera y el chotis tienen cada vez más aficionados en los pueblos entre la gente moza.
Al empezar el baile de bodas, la primera pareja la forman los novios, la segunda los padrinos, después los mozos que tienen novia, y luego se forman las demás parejas sin distinción. Concluido el primer baile, es obligación del novio bailar con la madrina, y el padrino con la novia, y esta queda obligada en los sucesivo a salir a bailar con todos los que la inviten a ello, y si no acepta se considera como una gran ofensa.

Cada baile se reduce a dar una vuelta o dos, y todo el que baila con la novia la entrega cincuenta céntimos de peseta, por lo menos; cantidad que deposita sobre una mesa que hay dispuesta a propósito, al frente de la cual está sentado el padrino, y encima de ella colocan un jarro con vino; el bailador bebe a la salud de la novia, y después invita a beber a todos los que quieren, y cada uno a su vez le entrega, para galas de la novia, la cantidad que tiene voluntad. Todo lo que se recoge se echa en la bandeja o plato que hay sobre la mesa de referencia al dejar en ella el jarro de vino. Mientras la novia baila las galas, el novio debe bailar principalmente con todas las mozas invitadas a la boda.

Después de acabada la comida, los dos primeros días de la boda las mozas se levantan de la mesa y dos de ellas cantan y otras dos las contestan cantares alusivos a la novia, que consuetudinariamente son los mismos en casi todos los pueblos.

El segundo día, después de comer todos los invitados, se hace la ofrenda, que se deposita sobre una mesa que se coloca ante los recién casados y los padrinos, y encima de la cual se coloca un jarro con vino. Los primeros en ofrecer son los padres del novio y los de la novia, que entregan 50 pesetas cada uno; después, los padrinos, que dan veinticinco pesetas y media fanega de trigo; luego, los hermanos de los recién casados, siete pesetas cincuenta céntimos cada uno; y, a continuación, todos los invitados: los hombres cinco o seis peseta, y las mujeres tres o cuatro pesetas cada una, según su situación económica.

Los dos primeros días de boda, después de la cena, tienen lugar los bailes o corrida de rosca (tipo de pan) en los que también se recauda dinero para afrontar los gastos de la fiesta.

Está muy generalizada la costumbre de no dejar solos a los novios la primera noche de casados, para lo cual los mozos se las componen de modo que se llevan al novio por un lado, mientras las mozas entretienen a la novia. También suelen pasearlos montados en un borrico, atados y vueltos de espaldas el uno al otro; es muy común echarles sal, arena menuda, salvado o cerdas de cepillo entre las ropas de la cama o poner esta en falso, de tal manera, que se derrumbe con estrépito al acostarse en ella, etc.
Pero, siempre hay la posibilidad de librarse de estas bromas si los novios pactan con mozos y mozas el pago del aguardiente, bollos y chocolate de los amaneceres de los días que dura la boda.

Finalizados los tres día de fiesta, los recién casados, sus padres, hermanos y padrinos se reúnen para comer y ajustar juntos los gastos realizados. Cada uno de los que asisten a la tornaboda lleva una gallina para hacer la comida, y después de esta echan la cuenta de lo gastado, que se paga con lo recogido en los bailes de gala, la ofrenda y las corridas de rosca. Si el producto de lo recaudado no alcanza para abonar los gastos que ocasionó la boda, pagan lo que falte por partes iguales los padres de la novia y los del novio, pero si sobra alguna cantidad, queda en beneficio de los recién casados.
El ajuar de la casa lo pagan entre los dos; antes había la costumbre de espigar las mozas y los mozos para los novios, y con su producto les compraban algunos utensilios, pero ha desaparecido esta práctica, que era muy seguida en otro tiempo.

Aprovechamos la ocasión para felicitar a Natalia y a Jorge, que se casaron la semana pasada, y a Patricia y a Joaquín, que se casan en esta que estamos.

En las fotografías aparecen un traje de novia de finales del XIX y ajuar antiguo. (Museo Etnográfico de OTONES)