A mediados del siglo pasado, la situación económica de España era bastante crítica. Las consecuencias de la guerra y del subsiguiente periodo de autarquía tienen todavía sumido a nuestro país en un estado de pobreza y de aislamiento del que difícilmente se podía salir sin la ayuda exterior. España, al no haber participado en el conflicto mundial, no pudo beneficiarse del Plan Marshall para la reconstrucción europea y, no obstante, necesitaba ayuda con urgencia. Por ello, en 1953 va a firmar con Estados Unidos los Pactos de Madrid, según los cuales se instalarían en territorio español cuatro bases militares norteamericanas a cambio de contrapartidas económicas y de defensa.
Pues bien, dentro de estos acuerdos se contemplaba una ayuda alimenticia para remediar la difícil situación de la infancia española, deficientemente nutrida y con un índice de mortalidad de 140 niños por mil, 35 veces superior al de la actualidad. En concreto, los productos que se enviaron fueron leche en polvo, queso, mantequilla y aceite de soja, alimentos vedados durante muchos años para amplios sectores de la población. Estas donaciones procedían de la Ayuda Social Americana, de iniciativa privada, y eran repartidas en los colegios nacionales.
Se estima que entre 1954 y 1968 llegaron más de 300.000 toneladas de leche en polvo, que se convirtieron en 3.000 millones de litros, una vez preparada para su consumo.
El proceso de reparto era coordinado por Cáritas Española y suponemos que en cada población tenía sus propias particularidades. Así, en Otones, era una familia diferente la que se encargaba cada día de preparar la leche, que, al finalizar la jornada escolar, por la tarde, a la hora de la merienda, era distribuida entre niños y niñas.
Además, como siempre sobraba algo, todos esperábamos el día en el que nuestra madre hacía la leche porque esa noche solía haber postre especial: flanes, natillas o arroz con leche.
En las fotografías se muestran los bidones de cartón en los que llegaba la leche en polvo, los recipientes de latón que contenían el queso amarillo, las latas de aceite para los internados y comedores escolares, y el perol en el que se preparaba la leche que se repartía en las escuelas.
Qué tiempos aquellos!
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