Queridos vecinos de Otones, los que aquí vivís y sois protagonistas permanentes de su historia; queridos paisanos que, como cada año, habéis acudido puntualmente a la cita estival y festiva con vuestro añorado pueblo; amables visitantes, venidos de otros lugares para celebrar con todos nosotros las fiestas, que hoy se inician, y disfrutar del relajo y la alegría de estos días. Amigos todos:
En primer lugar, quisiera expresar mi gratitud a la Asociación Cultural «El Corralón» por haberme encargado pregonar las Fiestas Patronales de San Benito de 1997. Es para mí una grata responsabilidad tener la oportunidad de poder contar y cantar las excelencias de esta tierra y de sus gentes tan queridas. Pero, a la vez, es también un honor y un alivio el poderlo hacer ante una audiencia tan entrañable, en la que, estoy seguro, mis palabras encontrarán la disculpa y la buena acogida, como ya las tuvieron mis predecesores en esta honrosa tarea. Las de Paco, de hace tres años, cargadas de recuerdos, anécdotas, costumbres, imágenes inolvidables, emotividad y poesía; o las de Raúl, de hace dos, impregnadas de apuntes históricos de los grandes y de recuerdos y acontecimientos de la vida cotidiana más reciente, o las de Enrique, del año pasado, testimonio agradecido de la hospitalidad de nuestro pueblo y de la importancia de los pequeños disfrutes que como pocos aún nos sigue ofreciendo.
Me vais a permitir que trace unas breves pinceladas sobre la historia de Otones, sin otra pretensión que la de servir de acicate para que en un futuro inmediato profundicemos en ella. Sería una buena empresa para todos; tal vez, la Asociación Cultural debiera emprender algún proyecto en este sentido. Puede que no nos encontremos con grandes acontecimientos, ni descubramos personajes ilustres, pero sí seremos capaces de escribir su pequeña historia, la de sus tierras, la de sus gentes, la de su vida cotidiana, porque Otones también tiene historia. Reconstruyámosla.
Permanecen todavía oscuros los orígenes de nuestro pueblo. No obstante, puede aventurarse que estos se remontarían a los siglos XII ó XIII, época en la que era proceder habitual de los reyes entregar a los nobles parte de las tierras reconquistadas a los árabes para agradecer los servicios prestados.
Muy probablemente, las tierras que hoy configuran Otones, como fue el caso de otros lugares, formaron parte de alguno de estos señoríos. Allí se asentaría un pequeño núcleo de población, inicialmente de carácter militar, con la misión de cultivar y, sobre todo, conservar y defender esas tierras. Su nombre original de «Los Otones» se debería al lugar en el que estaba ubicado, esto es, en cerros, oteros, y por extensión, atalayas o alturas desde las que se divisa mucho espacío; sugiriéndonos esta última acepción conjeturar sobre la importancia que alcanzaron sus funciones relacionadas con la defensa de los propios territorios y de los colindantes.
Posteriormente, se instituiría una parroquia en estas tierras que, lentamente, se habrían ido repoblando. El archivo de la Iglesia conserva un libro, cuya elaboración se inicia en 1582, que nos ofrece noticias de sumo interés sobre nuestro pueblo, permitiéndonos asegurar que dicha parroquia se habría establecido algunos siglos antes.
Disponemos, también, de los datos aportados por El Catastro del Marqués de la Ensenada, censo de las posesiones rústicas y urbanas de todos los municipios de las provincias castellanas, elaborado en 1752, datos que nos perfilan, ya, una población de una cierta pujanza.
De 1775 y 1776 proceden las primeras escrituras otorgadas y conocidas, gracias a ellas sabemos que las propiedades de Otones se hallaban divididas entre la Mitra Segoviana – la Iglesia – y el Mayorazgo de Pedro de Virúes, vecino de Madrid. Estas últimas posesiones pasarían después a los Condes de Mansilla, quienes ya en el Siglo XIX las vendieron al Marqués de Lozoya. Este se haría progresivamente con las tierras, al comprar la parte aún en poder de la Mitra, aprovechándose de los procesos desamortizadores de la época.
Durante estos años centrales del siglo XIX Otones alcanzó una población cercana a los 500 habitantes, muy probablemente la mayor desde su fundación.
La historia de este siglo que concluye es más o menos por todos nosotros conocida; está escrita, se ha hecho referencia a ella en este mismo acto en años anteriores, también, a través de distintas exposiciones como «Otones a través de la prensa», «Raíces» y «La última escuela», entre otras-, o aún pervive en la memoria de las generaciones coetáneas a las que, sí, voy a referirme.
Ciertamente, no podría dejar pasar esta oportunidad para dedicar unas palabras de homenaje y consideración a las generaciones que han sido y serán protagonistas de la historia reciente, actual y futura de nuestro pueblo.
De recuerdo sentido y agradecido a nuestros antepasados, a nuestros abuelos, a los que ya nos dejaron la mayor parte de ellos, apenas si salió de su pueblo, aquí tenían casi de todo -recuerdo, y muchos de vosotros mejor aún, los oficios que lo hacían posible: además de los genuinos de labrador y pequeño ganadero, los de albañil, carpintero, herrero, zapatero, molinero, caminero, vaquero, guarda, pastor, hortelano, viticultor, tendero, lechero, panadero, carnicero, barbero, cartero, alguacil, pobre, sacristán, comadrona, secretario, maestro, cura, …, aquí pasaron su vida, penas y alegrías, dificultades y esfuerzos por salir adelante en una tierra no muy generosa, pero con dignidad, con la dignidad del hombre castellano de pueblo austero, trabajador de sol a sol, recio, y con tiempo, también, para el disfrute y la conservación de sus costumbres y tradiciones festivas.
Palabras de agradecimiento sin límite para nuestros padres, esa sufrida generación de la que ellos mismos dicen – y con razón – que ha sido servidora, primero, de sus padres y, después, de sus hijos – y de sus nietos podrían añadir algunos -. Ellos han sido testigos privilegiados de los grandes cambios operados en nuestro país y actores principales de las transformaciones de nuestro pueblo – mecanización de los procesos productivos, puesta en marcha de nuevos cultivos agrícolas y ganaderos, mejora de los servicios básicos…. Gracias a ellos, a su espíritu emprendedor y de sacrificio, Otones ha progresado. Gracias a ellos, todos nosotros hemos tenido mejores oportunidades de prosperar, en muchos casos, lejos de estos lugares tan queridos y añorados, a los que siempre regresamos o de los que nunca nos hemos acabado de ir. Manifestación, sin duda, inconsciente a veces, pero inequívoca, de nuestro profundo reconocimiento.
Palabras, igualmente, para nuestra generación, la de quienes, después de aprender las primeras letras y los saberes básicos en nuestra querida y recordada escuela, continuamos los estudios fuera o emprendimos el desarrollo de los más diversos oficios y negocios, encontrando acomodo aquí y en otros lugares.
Para los que no os fuisteis, para los que seguimos viniendo en busca de nuestras raíces; aquí nos sentimos a gusto, nos reencontramos con nuestros recuerdos de infancia y juventud, con nuestros familiares y amigos, con la gente y con las piedras que nos vieron nacer y crecer. Recuerdos y experiencias que han sido parte fundamental de la urdimbre de nuestras vidas, que han ido impregnando la personalidad de cada uno de nosotros del carácter propio de nuestro pueblo, rasgos que ojalá, siempre nos acompañen, que yo nunca querría abandonar. ¡Para mí siempre ha sido un honor poder decir que «soy de pueblo, que soy de Otones».
Debemos ser agradecidos con esta tierra que nos a1umbró; hemos de seguir viniendo y trabajando por ella. Aún quedan muchas cosas por hacer, se lo debemos a nuestros mayores, a nosotros mismos, a nuestros hijos.
También quisiera dirigirme en este pregón a nuestros hijos, a los que han nacido aquí y a los que traemos al pueblo de sus padres y de sus abuelos, porque aquí aprenden nuevas cosas, porque aquí se encuentran bien, en un ambiente natural y saludable, lejos de los peligros y de los agobios de la ciudad.
Vosotros los más pequeños, pedidnos que os contemos cuentos e historias, que os cantemos canciones, que os enseñemos los juegos de este pueblo, seguid pidiendo que os traigamos a Otones.
Vosotros, los más mayores, a los que os resulta ya más aburrido pasar aquí las vacaciones, pensad que también aquí puede haber posibilidades de distracción, de aventura, de descubrimiento, de deporte, de formas de vida diferentes. Pedid que se hagan cosas para vosotros, que se os tenga en cuenta, haced vosotros cosas por Otones.
Todos, los más pequeñitos y los mayores, son la alegría y el futuro de nuestro pueblo, ¡No lo olvidemos!.
Finalmente, me dirijo, también, a todos aquellos que, sin haber nacido en Otones, lo tenéis y sentís como vuestro pueblo. Algunos y algunas «en concepto de bienes gananciales», otros, por elección. Gracias por ello. Disculpad sus inconveniencias, disfrutad de sus pequeños encantos y posibilidades, seguid colaborando con nosotros para hacerlo mejor entre todos.
Su progreso económico, el respeto al medio ambiente, la participación en las instituciones, el acondicionamiento de espacios y lugares de esparcimiento, la rehabilitación de edificios para uso comunitario; la prestación de los servicios básicos, la mejora de las relaciones humanas, la recuperación de nuestra historia y tradiciones culturales, podrían ser, entre otros, afanes y tareas comunes para hacer de nuestro pueblo un entorno más agradable, para los que en él viven y para los que a él regresamos.
Un pueblo que, desde tiempos inmemoriales, por estas fechas se ha venido vistiendo de gala para festejar a su Patrono, para tomarse un merecido descanso después de los rigores y tareas estivales.
Ahora las cosas ya no son exactamente así, las faenas agrícolas ya no son tan agobiantes. Pero el momento sigue siendo propicio para el reencuentro, para el disfrute, para la fiesta.
Unas fiestas que desde hace dos décadas, han tomado una nueva e importante dimensión, precisamente unos años después, y tal vez como compensación, ¡quien sabe!,de que a nuestro pueblo se le arrebataran algunas de sus señas de identidad – cierre de la escuela en 1971, pérdida de la autonomía municipal en 1972… Unas fiestas, cuyas actividades estamos recordando a través de la exposición preparada con tal motivo por la A.C. El Corralón; fiestas, de las que podemos sentirnos orgullosos. Gracias a la colaboración de todos, 20 años contemplan el esfuerzo de este pequeño pueblo, y sin apenas recursos, para mantener vivo su aliento cultural y festivo, habiendo alcanzado un puesto destacado y reconocido a nivel provincial en la promoción de la cultura.
El teatro, los títeres, las marionetas, la música tradicional castellana, los actos religiosos, los conciertos y verbenas, los juegos populares para mayores y niños, las exposiciones, los bailes y danzas regionales, los deportes, la gastronomía…, han sido manifestaciones, siempre presentes, de una fiestas que se han caracterizado por la recuperación de nuestras propias tradiciones culturales, por el disfrute de espectáculos y actividades de calidad e interés para todas las edades, y por la colaboración y participación de todos en las mismas.
Mis mejores deseos para que esto pueda seguir siendo así año tras año. Solo depende de nosotros.
Preparemos nuestras mejores galas, olvidémonos, siquiera en estas fechas tan señaladas, de nuestros problemas y rencillas, dispongamos nuestro cuerpo y nuestro espíritu para disfrutar de estos días, días de fiesta.
Y ahora, decid conmigo ¡VIVA SAN BENITO!, ¡VIVA OTONES!.
Gracias y felices fiestas para todos.