Con la intención de facilitar un mejor conocimiento de los fondos que albergan los Museos Pedagógico y Etnográfico, recuperamos una antigua sección en la que periódicamente, además de recordar tradiciones, costumbres, prácticas o actividades, iremos ofreciendo información sobre los objetos, herramientas, libros, documentos, etc., que han ido configurando, en el pasado, la vida cotidiana de nuestro pueblo.
Hoy, vamos a hablar de una de las herramientas de trabajo más representativas del ámbito rural. Nos estamos refiriendo en este caso al arado, instrumento fundamental en el mundo agrario que se usaba durante todo el año.
Se dice que empezó a utilizarse en Mesopotamia hace más de 6.000 años y que los romanos lo perfeccionaron incorporando la tracción animal y algunas piezas de hierro. Posteriormente, cada territorio, cada cultura agrícola iría adaptando esta herramienta a las características propias de la tierra que se cultivaba, hasta que en la década de los sesenta del siglo XX fue sustituido por los arados de tracción mecánica.
En cualquier caso, el arado servía para realizar las diversas labores (barbechar, binar, terciar, cachar, labrar, sembrar, arrejacar, escardar, etc.) necesarias para coger una buena cosecha.
No se trataba de un instrumento sencillo; variados eran sus componentes, entre los que destacaban la esteva, la reja, el timón, la cama, el dental, las vilortas, la telera, las orejeras, etc.; siendo complementarios otros como el ubio o yugo, el barzón, los ramales, la tralla, las alforjas, las albarcas…
Los labradores, ayudados en ocasiones por el carpintero y el herrero, se encargaban de construir sus propios arados y de tenerlos siempre dispuestos para roturar los campos.
Muchos de los protagonistas de estas prácticas ya nos dejaron. Pero, todavía quedan en nuestros pueblos personas que utilizaron el arado, también hay otras que aún mantienen vivos los recuerdos infantiles de la fragua en la que se preparaban las rejas o del color pardo, la perfecta alineación y limpieza de las tierras recién roturadas o de las cigüeñas picoteando entre los surcos o de los olores y sabores de la comida que mujeres y niños llevaban a sus maridos y padres para que aprovecharan más el tiempo en las interminables jornadas de arada de sol a sol…
Nuestro reconocimiento y homenaje a todos.
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