En el mes de mayo en torno al altarcito de la Virgen se cantaban las flores:
Venid y vamos todos con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es.
Los niños iban a la clase de las niñas, no sin el disgusto de algunos que consideraban que eso era cosa de mujeres. El altar se adornaba con las flores que los propios escolares se afanaban en recoger en el campo. Cada uno escribía en un papelito las promesas que se hacían a la Virgen, después se mezclaban todos y al azar se volvían a coger. Rezar cinco Ave Marías o la Salve o tres Padrenuestros, no decir mentiras, obedecer a los padres, no merendar ese día…, eran los pequeños sacrificios que, con mayor o menor agrado, se estaba dispuesto a ofrecer. Para la enseñanza de la Religión, que tenía en el Catecismo su principal soporte, debían aprovecharse todas las ocasiones favorables que la explicación de otras materias y diversas circunstancias pudieran proporcionar.
Debe estar conectado para enviar un comentario.